jueves, 13 de octubre de 2011

MÚSICA NOCTURNA / 11


ADOLFO SALAZAR Y LA EDAD DE PLATA (y III)

UN EXILIADO EN EL CINE: JULIÁN BAUTISTA


Con el mayor de los sigilos, al menos en España, y como es costumbre en estos casos, está pasando el cincuentenario de la muerte en Buenos Aires de Julián Bautista, según parece uno de los compositores más dotados de su generación. Y digo “según parece” porque la parte de su obra que nos es conocida es más que escasa, si bien la calidad de la misma nos hace añorar la que no conocemos y, lo que es peor: la que, por las particulares circunstancias de su exilio, nunca escribió.

Julián Bautista nació en Madrid en 1901. Como la mayoría de los compositores de su época, estudió en el Conservatorio de Madrid con Conrado del Campo, y ya con diecinueve años escribió un drama lírico a partir de una obra de Maurice Maeterlinck: Interior. Sus dos consecutivos cuartetos de cuerda (el opus 6 y el opus 8) recibieron el Premio Nacional en 1922 y 1926, respectivamente, y en esos mismos años inició una prometedora carrera como director al frente de las orquestas madrileñas. Fue miembro de los llamados “Grupo de los Ocho” y “Grupo de Madrid”, lo que basta para situarle entre aquella juventud de la tercera década del siglo pasado que se comprometió con una renovación de la música española, en torno a la generación del 27 y de figuras como el citado Conrado del Campo y Adolfo Salazar.

Pero es en la década siguiente cuando el precoz Bautista empieza a despuntar con sus primeras obras de madurez. La entrada en esa década de los 30 se inicia con una obra que supone un punto de inflexión en su carrera, pese a haber sido compuesta unos años antes: se trata del ballet Juerga, que fue estrenado en 1929 en la Ópera Cómica de París por la Compañía de Bailes Españoles de Antonia Mercé, La Argentina, con escenografía y vestuario de Manuel Fontanals. A lo que siguieron diversos reconocimientos, entre ellos el primer premio en el concurso de Unión Radio de 1932 por su Obertura para una ópera grotesca, que estrenó al año siguiente la Orquesta Sinfónica de Madrid dirigida por otro de los animadores de la escena musical de esos años: Enrique Fernández Arbós. En julio de 1936 fue nombrado catedrático de armonía en el Conservatorio de Madrid, y al año siguiente recaló en Valencia como vocal del recién creado Consejo Central de Música, institución concebida por el gobierno de la República con el propósito de impulsar la investigación y la creación musical. Desde su cargo, Bautista contribuyó a la creación de la Orquesta Nacional de Conciertos y a la publicación de la revista Música, así como a diferentes ediciones que fueron auspiciadas por la Dirección General de Bellas Artes.

En mayo de 1938, hallándose ya el gobierno en Barcelona, la orquesta creada pocos meses antes estrenó allí bajo la dirección de Lamote de Grignon la obra de Bautista por la que hoy le conocemos, su Tres ciudades para soprano y orquesta (de la que existe igualmente una versión para voz y piano), partitura que tendría una segunda audición en Londres ese mismo año. En los meses siguientes las obras de Bautista obtienen una incipiente atención internacional, recibiendo el primer premio del Concours International de Composition Musicale de Bruselas y siendo estrenada en la misma ciudad su Seconda Sonata Concertata a Quattro. Pero ahí terminó su fugaz carrera en Europa. Poco después, pasando por Ostende, Bautista llega a Buenos Aires, donde pasará el resto de su vida.

En los primeros años de su residencia en Argentina, Bautista sigue escribiendo música y algunas de sus obras llegan a estrenarse en el Teatro Colón. Pero el público no estaba familiarizado con los aires de renovación que habían dejado huella en la música de Bautista. Éste, necesitado de un medio de vida, y desgajado del ambiente de creatividad que conoció en España, abandona la composición para las salas de conciertos y se consagra a poner su talento al servicio de la por entonces pujante cinematografía argentina. En lo sucesivo, sólo volverá a componer para las salas en contadas ocasiones, por ejemplo cuando escribe su Sinfonía Breve, que fue estrenada en 1957 en Caracas por Jascha Horenstein, la Segunda Sinfonía “Ricordiana” de 1958 o el Cuarteto número 3 que ese año fue premio de la Asociación de Conciertos de Cámara.

En Argentina compuso alrededor de cuarenta bandas sonoras de otros tantos films para nosotros desconocidos, algunos de ellos considerados como míticos por los historiadores del cine argentino. Es el caso de Cuando la primavera se equivoca (1944), banda sonora por la que Bautista recibió el premio de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de Argentina (premio que recibiría tres veces más), Donde mueren las palabras (1946), película musical pionera en su género que incluía una parte coreográfica, o Inspiración, del mismo año.

Junto a su actividad creativa, durante muchos años dedicada en exclusiva a la composición de bandas sonoras, Bautista no descuidó ni la enseñanza ni la teoría musical, a la que ya tempranamente había dedicado un Estudio crítico comparado de los tratados de armonía, desde Jean-Philippe Rameau hasta nuestros días. Además, como organizador y programador, fue uno de los impulsores de la música argentina.*
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Existe una reflexión debida a Vasili Grossman acerca de los amigos que debieron marcharse y a los que se quedaron para vivir su exilio interior y que podría aplicarse a toda la generación a la que pertenecieron Salazar, Fernández Blanco, Bautista y tantos otros: “En las personas que, habiendo sido brillantes, interesantes y fuertes, y que ahora parecían estar llenas de polvo y telarañas como objetos arrumbados en un trastero, se adivinaba un callado terror. No tenían futuro. Su moral, su honradez quisquillosa y sus conocimientos pasados de moda ya no hacían falta a nadie. Habían perdido el tren”. [Vasili Grossman, Por una causa justa, Galaxia Gutenberg, 2011, p. 605]
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* Jorge de Persia publicó sus investigaciones sobre Julián Bautista en el volumen Julián Bautista (1901-1961). Archivo personal. Inventario. Biblioteca Nacional, 2004.

Tres ciudades, sobre poemas de García Lorca, en su versión para soprano y piano. I Malagueña. II Barrio de Córdoba. III Baile en Sevilla.
María José Montiel, soprano. Fernando Turina, piano.